Me da miedo que la gente se dé cuenta de que en realidad no sé nada
¿Realmente entiendo las cosas o solo finjo para no parecer una inculta?
Toda la vida he sido aplicada en mis estudios. Para mi familia no era una sorpresa cuando recibían un mensaje con la noticia de que estaba de primera en el mérito académico. Pero esa “racha” académica terminó en la universidad.
Nunca me había comparado o sentido acomplejada en lo académico, pero luego tuve un golpe de realidad, donde me di cuenta que ahora habían otros mejores que yo.
Con el tiempo empecé a entender que el bienestar en mi vida no depende de salir bien, eso es un placer pasajero, momentáneo. Pero que mi salud mental y física era más importante, así que siempre me pongo a mí primero antes de culparme por no haberme desvelado estudiando.
Recientemente conversaba sobre eso con unas amigas en la universidad. Como estamos en las dos últimas semanas del semestre, las evaluaciones nos persiguen hasta en los sueños. Apenas estamos saliendo de un parcial cuando ya nos estamos preparando para un pitch para un proyecto final de otra materia, pero luego alguien viene y nos pregunta si ya conseguimos personaje para la semblanza que también tenemos que entregar.
A mí sinceramente nunca me han gustado los parciales en los que es vital que me aprenda todo. En los que me están evaluando cuanto recuerdo y no cuanto sé en verdad. Mi método de estudio es simple: yo solo escucho la clase y me pongo a dibujar en mi cuaderno, si escucho que el profesor repite mucho un término lo anoto y luego lo busco, pero siempre tengo esa ¿mala costumbre? de solo escuchar… como si fuese un podcast.
La verdad no estoy segura si es un método confiable o no. Pero para mí es más importante el recordarlo a largo plazo, no sólo para la evaluación. Aunque a este punto no sé si eso sería un rasgo como de memoria selectiva.
Pero aquí es donde surge el problema: ¿Realmente entiendo las cosas o solo finjo para no parecer una inculta?
A veces me pasa que estoy en una conversación o clase y sonrío, asiento, incluso hago algún comentario que algunos catalogarían de ingenioso, pero por dentro estoy ahogada en pánico. Siento que si alguien se toma el tiempo de prestar atención y va un poco más allá de la superficie se va a dar cuenta de que estoy improvisando casi siempre. De que no sé tanto como parezco. De que soy una especie de fraude bien maquillado con referencias culturales y buena ortografía.
Y no lo digo por drama. Lo digo porque me pasa. Mucho…
O tal vez así me siento a veces pero mi mente lo siente constante.
En pocas ocasiones me permito recibir halagos (con el tiempo he tratado de aprender a aceptarlos, pero aún me cuesta). Si me felicitan por algo que escribí o dibujé, lo único que pienso es: “¿Será que lo leyeron bien? ¿No vieron que se ve desproporcionado?”. Tal vez soy yo buscándole la otra raya al Tigre.
A veces saco buena nota y me invade una mezcla rara entre orgullo y culpa o si saco una (no tan buena) también me torturo de que pude haberlo hecho mejor… que no fue suficiente.
Tengo miedo de que se note que dudo. Que tengo muletillas o que tartamudeo al hablar. Que me equivoco. Que googleo cosas básicas. Que me pierdo en lo que leo. Que a veces no entiendo bien, y que muchas veces sólo repito lo poco que recuerdo.
Y sí, lo sé. “Nadie es perfecto”, “nadie nace aprendido” o “eres humana, tienes derecho a equivocarte”, pero para nadie es mentira que uno siempre quiere que las cosas le salgan bien.
Y de nuevo, tal vez esto se deba a que en mi familia siempre se esperaba a que yo hiciera las cosas “excelente”, si en el colegio (o en cualquier lugar) me preguntaban algo, yo debía tener una respuesta. Porque para ellos eso hacen las personas inteligentes.
Porque no sé si lo sabías, pero hay gente que parece que nació sabiendo. Conozco gente que habla con una seguridad tan intimidante que me siento como un archivo corrompido al lado. ¿Cómo es posible que estudiamos lo mismo y cuando hay que aparecer en cámara e improvisar lo hacen como si llevaran años de experiencia trabajando en un medio?
Mientras que yo… pues me tengo que quitar mis anillos porque se empezaría a escuchar un tintineo nervioso en el salón.
Y aunque en el fondo sé que nadie lo sabe todo, igual me cuesta creerlo cuando la insegura soy yo.
Muchos dicen que el síndrome del impostor no existe. Y los que si creen en él dicen que es tan buen actor que debería tener un premio. Y sí, sé que eso tiene nombre, explicación psicológica y todo, pero una cosa es saberlo y otra cosa es desactivarlo.
Y no es sólo en lo académico. A veces me pasa dibujando, publicando en redes, en clases, en conversaciones con gente que admiro. Siento que si digo algo tonto, si hago una pregunta “obvia”, si admito que no entendí, voy a caer de una torre invisible que me inventé y a la cual yo misma me subí y que siento que tengo que sostener a toda costa.
Pero cada vez que me atrevo a ser honesta, a decir “no sé” con la conciencia limpia, a preguntar sin pena, a escribir sin estar segura de tener razón… me doy cuenta de algo: nadie me condena y, aunque es obvio… El mundo sigue girando.
Nadie me señala. Nadie me expulsa del club de los “sabios”. Al contrario. A veces alguien me dice “yo también me siento así”. Y ese es el verdadero alivio.
Porque ser inteligente no es saberlo todo. Es seguir queriendo entender. Ser creativo no es tener respuestas perfectas. Es tener preguntas raras y ganas de explorarlas. Realmente el ser humano no suele brillar siempre. Es dudar, tropezar y seguir.
Así este punto, lo que sé con certeza es que no saberlo todo no me hace menos. No saberlo todo me hace real.
Flavia te contaría mi historia y seguro que te sorprenderías. Va ligado a lo que tan bien expones en este artículo, que sabes que está bien redactado, estructurado y comunica al lector con sencillez y honestidad sin imposturas. Alguien así de inteligente, autocrítico, realista denota que tiene una autoexigencia elevada y que por supuesto, faltaría más, duda. Eso es de sabios y una certeza. La autenticidad de mostrarse vulnerable y reconocer que no somos perfectos y que nadie puede abarcar todo no es precisamente de personas no inteligentes. La inteligencia no reside en recordar o retener datos o hacer tatarear la memoria sin entender lo que uno quiere decir con un sentido crítico y analítico de las cosas. El sistema de aprendizaje universitario aún esta lejos de tener un sentido práctico del conocimiento y de preparar al estudiante para ejercer después de obtener el titulito. Hay que modernizar y revolucionar la enseñanza y desde luego lo que expones tiene mucho de abogar por otro sistema que funcione y no valore simplemente conocimientos, sino competencias y aptitudes que son las realmente necesarias para después salir a la “calle” a ejercer tu profesión. Todo está en los libros, lo importante es saber interpretar y dar un buen uso a toda la ingente cantidad de información existente y sobre todo, saber discernir el grano de la paja. El sistema solo se dedica a cribar a aquellos que saben mucho de la paja pero no sabrían encontrar la aguja, la clave, la llave que abre las puertas hacia en verdadero conocimiento entre tanta información a veces simplemente mediocre. Para mí eso es lo que marca la diferencia, aportar valor y otros posibles puntos de vista a lo ya existente y que hoy en día todos tenemos a nuestro alcance a golpe de un solo clic. Entre aprenderse una base de datos y saber usarla en beneficio de esa aportación de valor diferencial, ¿qué eliges?